
Bueno… ¿Y ahora qué? Ya acabaron los deseos de felicidad y prosperidad y después, a pesar de la crisis, y habernos atiborrado de deliciosos manjares, de haber consumido en exceso y comprar todo lo innecesario, estamos otra vez aquí ante la rutina y la normalidad, frente al espejo de lo cotidiano y pensando en lo buen@ que somos mirándonos el ombligo. ¿No será esto de la Navidad un gran engaño colectivo, un parón en un espinoso camino, o quizás se inventó como una necesidad para esquivar nuestra propia locura? ¿No será un amago para olvidarnos de nuestro fracaso personal como human@ o posiblemente como un cómodo intento de huir de nosotr@s mism@s?
La Navidad me pone triste, no sé por qué pero no lo puedo evitar. Me pregunto, que si festejamos la venida a este mundo de un revolucionario, humilde, pobre y descalzo que luchaba y moría por l@s más necesitados, ¿Qué hacemos sin escrúpulos y valiéndonos de esa imagen, despilfarrando, derrochando, embriagándonos, festejando y dándoles las espaldas a l@s mas sufridore@s?
Pronto llegarán los carnavales, nos disfrazaremos de lo que deseamos, tememos o encubrimos ser. Necesitamos darle rienda suelta a nuestros instintos ocultos y supuestamente perversos, escapar hacia algún sitio. Luego las rebajas, la Semana Santa, la Virgen del Rocío, las ferias, el júbilo del verano y vuelta a empezar. Y ahora con nuestra máscara nos quejamos de este mundo en que vivimos como si no tuviera nada que ver con cada un@ de nosotr@s, como algo ajeno, eludiendo cualquier atisbo de responsabilidad.
Bueno compañer@s, con estas reflexiones y deseando que los Señores Reyes Magos hayan sido lo suficientemente generosos con vosotr@s os mando un saludo y un abrazo desde las montañas de la Sierra de Aracena. Vuestro amigo Rafael Durán.